El Museo Histórico de Yerbas Buenas exhibe una imagen de la virgen niña creada en el siglo XVIII para promover el culto a María, que estuvo por años en una capilla particular, antes de ser donada a la institución en 1994.
Por el tipo de policromía, terminaciones, articulaciones de la estructura y fisonomía se cree que es una obra de la escuela de arte popular americana, específicamente chilena (Informe, 2011).
Generalmente era empleada para instruir a las menores en el modelo de virtud que representaba María (Valdivieso, 2008), hecho ratificado por datos recopilados por la directora del Museo María Elba Gálvez Moreno.
Trayectoria de la virgen niña de Yerbas Buenas
Fue parte del culto practicado en la capilla del fundo de Carlos Pinochet, en las cercanías de Linares. Allí quedó calcinada cuando ésta se incendió.
Los campesinos del predio eran muy creyentes y respetuosos de la virgen, así que la enterraron para evitar que los dueños del fundo la botaran debido al mal estado en que quedó.
En la década de 1970, otros trabajadores la encontraron cuando rastreaban el campo para sembrar. La virgen fue regalada a Luciana Tarrico de Hiribarren, esposa del entonces alcalde de Yerbas Buenas, quien la mantuvo por muchos años en una casa de ancianos de ese pueblo. En 1994 este hogar cerró y la escultura fue donada al Museo.
Intervención de la virgen
La inestabilidad de su soporte, al igual que las grietas y quemaduras de la policromía impedían una íntegra interpretación de la virgen niña.
En 2011 los especialistas del Museo solicitaron la ayuda del Laboratorio de Escultura y Monumentos del Centro Nacional de Conservación y Restauración, quienes evaluaron la obra e hicieron un análisis tecnológico de ella.
La restauración de la escultura estuvo a cargo de la la profesional Alejandra Bendekovic, bajo la supervisión de la conservadora Coordinadora del Programa de Intervenciones Melissa Morales.
Las acciones se centraron en estabilizar materialmente la figura para evitar futuros deterioros y en devolverle la armonía estética, gravemente dañada por el fuego y extensamente modificada en tratamientos anteriores.
El vestido implicó desafíos diferentes a los de la madera y policromía, que fueron asumidos por la conservadora Catalina Rivera Sánchez, durante noviembre de 2011.
Estas acciones permitieron recuperar su integridad material, así como su unidad estética. Actualmente, se exhibe en el Museo Histórico de Yerbas Buenas y es visitada por fieles que la consideran un elemento de identidad comunitaria.